Casi todo el mundo conoce -o ha escuchado- sobre Edgar Allan Poe, ese autor americano que además fue poeta, editor y crítico literario; ese autor que murió apenas a sus 40 años de edad en aquella madrugada de Octubre del 1849, muerte tan misteriosa que comenzó con Poe en ropas que no eran de su pertenencia y unos llamados a un tal «Reynolds» que nunca se supo a quién se refería. Sus récords médicos desaparecieron y nunca se supo la verdad de qué fue el causante de su muerte.

Así de misterioso como su fallecimiento era su forma de pensar, y lo demostraba cuando trazaba letras sobre papel… «El Pozo y el Péndulo» (originalmente «The Pit And The Pendulum») es un ejemplo de ello.

«El Pozo y el Péndulo» es un relato corto que nos narra en primera persona el dolor, sufrimiento, desesperación, ansiedad, abandono, horror, angustia, vacío y la falta de esperanzas del protagonista, quien se ve encerrado en un calabozo de tortura, puesto allí por la Inquisición Española. En éste calabozo a nuestro protagonista no le espera más que la muerte, está sentenciado por un acto que nunca se describe, pero sabemos cuál es la consecuencia.

Oscuridad, ratas, hambre, sed, un pozo y un péndulo… ¿lanzarse al pozo y morir rápidamente en su profundidad? ¿Esperar a que descienda el péndulo con sus movimientos y sonidos particulares?

Poe atrapa al lector con un relato breve pero de un lectura continua, sin interrupciones, Poe nos coloca en sus manos y acapara toda nuestra atención; nos secuestra emocionalmente hablando.

Un relato que parece ser predecible y que aún así puede llegar a sorprender.  «El Pozo y el Péndulo» es una de las bases de la literatura de terror, una que debemos leer si nos gusta el género o la literatura en general, Poe es un genio y lo deja implantado en otra de sus tantas obras. Siempre me he preguntado, ¿qué tantas obras pudiésemos haber disfrutado si este señor hubiese esperado 25-30 años más antes de morir?

Aquí les dejo el relato para aquellos que se motiven a leerlo: «El Pozo y el Péndulo».