Simplemente dejas de existir,
vuelves atrás y no eres más que una página arrancada
envuelta en arrugas de ignorancia;
bordes amarillentos, como lágrimas que ya secaron.
Una bola de papel,
tan frágil que rueda con el viento,
tan débil que cualquier pisada la aplasta.
Una bola de papel,
tan arrugada que ni remotamente será lo que fue
ni será lo que pretendía ser…