Tu perfecta silueta morena entre sábanas blancas.
Quise acercarme a ti, pero tu cuerpo me parpadeaba,
como una señal que me lo prohibía.
Me arriesgué e intenté tocarte…
Pasé las yemas de mis dedos sobre tu dermis como si tuviera miedo a electrocutarme o como si tu piel quemara.
Fue un toque delicado, tanto como lo es tu mirada.
Así pude comprobar que tu cuerpo es un conjunto de sendas avenidas y montañas, como la avenida que es tu espalda da comienzos a una exquisita montaña bronceada en el sur, y como tu abdomen le sigue a otras dos en el norte.
Me arriesgué e intenté tocarte… y no me arrepiento.
De repente, mi vista se volvió enteramente blanca… y al rato desperté.
¿Acaso me perdí contigo dentro de esas sábanas blancas?
Eso es algo que nunca sabré…