Angustia, agotamiento emocional, dolores físicos y psíquicos, así como trastornos en la alimentación, actividad física y descanso; son provocados por el Burn-Out: una enfermedad laboral que provoca detrimento en la salud física y mental de los individuos reconocida por la Organización Mundial de la Salud.
Se dice que el Burn-Out es “una pérdida progresiva del idealismo, energía y motivación de las personas como resultado de las condiciones de trabajo”. Las personas que la padecen presentan agotamiento emocional; desarrollan actitudes y respuestas negativas distantes y frías hacia otras personas dentro del entorno laboral; incrementan su irritabilidad; pierden motivación; se muestran cínicos, irónicos y frustrados; se sienten fracasados, que su vida laboral no tiene sentido y carecen de expectativas.
Durante las décadas de los ochenta y noventa se asociaba esta enfermedad a los trabajadores y trabajadoras cuya responsabilidad laboral se centraba en la prestación de servicios y atención al público: médicos, enfermeras, terapeutas, profesores, vendedores, personal de atención al cliente, policías, etc. Sin embargo, en la primera década del Siglo XXI la enfermedad se ha extendido a toda aquella actividad laboral que implica que el trabajador o trabajadora se enfrente a situaciones que le afectan emocionalmente durante largos períodos de tiempo.
En épocas de crisis en lo laboral, social y natural (inundaciones, sismos y demás), tener trabajo es un lujo. No obstante, de eso se valen los patrones para exigir que una persona realice el trabajo que deberían de hacer tres y por la mitad de un sueldo regular. Hoy se contrata a quien más sabe y menos cobra, con lo que la competencia por un ingreso –aunque sea bajo–, se ha vuelto encarnizada.
Cuando el Burn-Out se comienza a presentarse puede producir dolores de cabeza, lumbalgias y dolores de espalda. Cuando su grado es moderado aparece el insomnio, la presión arterial alta, arritmias y el déficit de atención y concentración. En esta etapa se tiende a la automedicación. Sin embargo, cuando el Burn-Out avanza y se presenta de forma grave, aumenta el ausentismo, se presenta una marcada aversión por las tareas laborales e incluso aumenta el grado de consumo de alcohol y fármacos. Esta enfermedad en su forma extrema presenta un aislamiento del individuo, acompañado por crisis existenciales, depresión crónica y, en algunos casos, pensamientos suicidas.
Las variables que intervienen principalmente en la formación de esta enfermedad son:
- Un modelo laboral muy autoritario en donde no se tiene oportunidad en intervenir en la toma de decisiones.
- Los turnos laborales de más de ocho horas.
- El riesgo latente a perder el trabajo.
- Tener menos de dos años de antigüedad en un puesto de trabajo.
- El aumento súbito de responsabilidades.
- Bajas expectativas de crecimiento dentro de la empresa.
- La incorporación de nuevas tecnologías.
- La burocracia excesiva.
- Un clima laboral donde reinan el control y la despersonalización.
- No existe la retroalimentación o, si existe, es negativa en su mayoría.
- Bajos salarios.
- Relaciones interpersonales basadas en la desconfianza, carentes de apoyo, poco cooperativas y destructivas.
La clave de la prevención está en desarrollar la fortaleza interior para evitar sucumbir ante los problemas diarios del trabajo y controlar los nervios y emociones en los momentos de máxima presión. De esta manera se puede controlar eficazmente el estrés.