Después del contundente éxito de taquillas de la película Smile -más de 200 millones generados a nivel mundial-, Parker Finn (director y guionista) nos presenta una nueva entrega en lo que ahora aparenta ser una nueva franquicia dentro del cine de horror.
Smile 2 logra superar a su predecesora, ofreciendo una experiencia más efectiva y aterradora que expande el trasfondo de la maldición de manera interesante. La película profundiza en el aspecto psicológico del horror, explorando cómo el trauma y el miedo alimentan el ciclo de terror. Esta exploración emocional le da un peso adicional a la historia, haciendo que el miedo se sienta más real e inquietante.
Las escenas de terror están bien ejecutadas, con sustos efectivos y una tensión constante que te mantiene al borde del asiento. Las sonrisas macabras siguen siendo perturbadoras (el hijo de Jack Nicholson sobresale aquí), pero esta vez la película apuesta más por una atmósfera de incomodidad y angustia que por simples sobresaltos. El diseño de sonido y la cinematografía refuerzan esta sensación, creando una experiencia visual y sensorial inquietante.
La actuación principal es convincente y logra transmitir el impacto emocional de enfrentar esta maldición, aunque algunos personajes secundarios carecen de desarrollo. La trama mantiene el interés, pero algunas partes se sienten un poco predecibles y menos sorprendentes de lo que podrían haber sido. A nivel visual, la película mantiene el estilo oscuro y opresivo que caracteriza a la franquicia, lo que refuerza esa sensación de angustia y desesperación.
Y ya que hablo de actuación, considero prudente listar a algunos de los actores que hicieron de este film una realidad: Naomi Scott es la protagonista absoluta del filme y, junto a ella, Rosemarie DeWitt, Lukas Gage, Miles Gutierrez-Riley, Dylan Gelula y Ray Nicholson. También hacen aparición especial Drew Barrymore y Kyle Gallner.
Aunque Smile 2 no reinventa el género ni alcanza un nivel sobresaliente, es una secuela sólida que supera a la primera entrega en ejecución y profundidad emocional (en mi humilde opinión). Suficientemente inquietante para dejarte pensando después de que terminan los créditos.