Con la extraña sensación de estar viendo imágenes en mi cabeza ya antes vistas, recordé haber leído The Little Prince cuando era un niño. Ahora adulto, lo he vuelto a releer y es como vivir una misma experiencia dos veces con un resultado distinto.
The Little Prince -u originalmente Le Petit Prince– fue escrito por Antoine de Saint-Exupéry y se publicó por primera vez en el 1943, un año antes de la desaparición -y presumible fallecimiento- del autor. Saint-Exupéry fue, entre otras cosas; piloto, poeta y novelista. Fue piloteando una nave que desapareció, consternando a Francia, su país natal, y luego a todo el mundo.
La corta novela (unas 90 páginas) narra la historia de dos personajes. Un piloto que se estrella en el desierto del Sahara y un pequeño príncipe que entabla una amistad con él durante esos días de angustia.
El príncipe, sabremos después, ha salido de otro planeta y llega a la tierra en su búsqueda del conocimiento sobre la naturaleza humana o, mejor dicho, la naturaleza en general.
Es poco lo que puedo decir sobre el argumento de la obra sin estropear buena parte del contenido. Aunque estoy consciente de que casi todo el mundo ha leído alguna vez tan conocida novela.
The Little Prince tiene dibujos y tiene un lenguaje bastante plano y sencillo, infantil por ratos, poético la mayor parte del tiempo; pero debo aclarar: NO es un libro destinado a niños. Sí, lo pueden leer pero no entenderán el mensaje principal.
Es una obra que encierra diversas metáforas, dentro de temas tales como amistad, romance, felicidad y más.
La recomiendo a aquellos que aún no la han leído y, para aquellos que ya lo han hecho, pues la tomen nuevamente.
“And now here is my secret, a very simple secret: It is only with the heart that one can see rightly; what is essential is invisible to the eye.”